Anunciemos la esperanza

En una época en la que todos tenemos la oportunidad de convertirnos en periodistas y comentaristas en la redes sociales, hay la tendencia de captar imágenes y vídeos de momentos memorables que se convierten en productos de consumo de en las diferentes plataformas de interacción virtuales que participamos. La idea en algunas ocasiones en “viralizar” el contenido para que pueda ser compartido la mayor cantidad de ocasiones posible. Entre ellos, uno de los representaciones que tienden a dominar con frecuencia múltiples “shares” son los encuentros sorpresas de familiares que han estado cumpliendo por un tiempo prolongado en las fuerzas armadas y se reencuentran con sus familiares de manera sorpresiva ante la vista de los testigos cibernéticos que hacen de esos momentos únicos y significativos. La idea estriba en captar las reacciones sorpresas de quienes han estado sumergidos en la resignación de la distancia por la ausencia de quienes aman profundamente.  Allí no solo se captan las imágenes del momento, sino que también se graban las expresiones que de ser espontáneas se quedan archivadas para siempre en los registros de los cibernautas. 

Los relatos de la resurrección tienen el mismo propósito. Son momentos que el autor bíblico intenta captar para los testigos que no fuimos presenciales de tal momento, las expresiones del encuentro que tuvo lugar con Jesús y quienes se toparon con la noticia de su resurrección. Cada reacción del contenido de los evangelios es extraordinaria si nos topamos con la posibilidad que seamos nosotros quienes nos tropecemos con el resucitado cuando nuestras expectativas son otras. Es decir, lo que ocurrió en el camino de la tumba, junto al huerto y luego en el Mar de Tiberias no era lo esperado. Tanto las mujeres que hoy las mal llamamos del sepulcro caminantes de Emaús y los discípulos, fueron como aquellos familiares que se encuentran con su pariente de visita  inesperada para sacar una expresión sorpresiva de su encuentro.  

Considero que la oportunidad de vida que tenemos es examinar las palabras que hace el Cristo resucitado. Si ciertamente las palabras que hace desde la cruz atroz son significativas y especiales, es muy importante que podamos sacar un tiempo para ver las palabras que hace Jesús desde el vencimiento de la muerte. “No tengan miedo” (Mateo 28:10, NVI), fueron sus palabras para las mujeres que fueron de camino a la tumba.  También les compartió a sus discípulos en su encuentro según Lucas y Juan: La paz sea con ustedes (Lucas 24:36a, Juan 23:19,21, 26, NVI), como indicativo de saludo y esperanza en medio de la turbulencia.  

Puerto Rico vive de manera crucificada con múltiples actas de decreto que destacan las razones por la cuales  hay que morir y terminar en la cruz. Lo gran noticia del evangelio es que el Cristo resucitado también habla y no queda silenciado ante nuestro dolor y necesidad. Cristo también viene a nuestro encuentro y nos dice que tengas confianza y que la paz sea con nuestra tierra. No obstante, esa expresión de paz y fortaleza está enmarcada en un comando de compartir la noticia de la resurrección y lo que eso implica para nosotros como país. Jesús insta a sus seguidores que su resurrección requiere que compartamos la noticia con otros porque ha recibido todo poder y autoridad. 

Hace falta una iglesia que en sintonía con el proceso de vida que ofrece el evangelio en el día de hoy, nos lleve a compartir que hay resurrección. Es posible un reencuentro con quienes han perdido toda la esperanza a su realidad. Hagamos viral su resurrección. No lo hagamos en los clichés de las redes. Compartamos su mensaje y esperanza. Puerto Rico necesita al resucitado.  

Rvdo. Eliezer Ronda Pagán 

Pastor