Olvídate del cuco

Algunas de las cosas que recuerdo que me decía mi abuela cuando me portaba mal junto a mis primos, era que me debía portar bien porque si no, venía el cuco y me iba a comer. En ocasiones, miraba por las ventanas y hacia el patio de su casa, tratando de ver quién era ese señor que intentaba llevarse a los niños. Vivía con miedo. A veces pensaba que eran cuentos de ella, pero otras veces le creía. La verdad es que traté de portarme lo mejor que podía para que don Cuco no me agarrara.

Mientras fui creciendo aprendí que el cuco era una expresión de nuestro folclor boricua de aquello que nos amenaza e intenta quitarnos la paz. El cuco es imaginario, pero el miedo, el dolor y el sufrimiento que sentimos es real. La manera en que muchos hemos vivido ante los retos de la vida pareciera como una constante lucha por sobrevivir ante el “cuco” que intenta amedrentarnos. Para el autor de Eclesiastés, pensar en la vida y sus etapas, era cómo el conflicto entre el saber y la ignorancia, el placer y el dolor y ante todo, la vida y la muerte.

Ser sabio no es suficiente para vencer la muerte, pues algún día moriremos. La alegría no es absoluta ante la tristeza y por mas que sepamos, no podemos dominar o conocer a Dios totalmente. La vida es mucho más profunda que los meros sentimientos que podamos tener en algún momento. Es fundamental poner nuestra confianza en Dios. Así lo destaca el texto: “Mas bien, entre tantos absurdos, pesadillas y palabrerías, muestra temor a Dios” (Eclesiastés 5:7, NVI).

Es inevitable pasar por situaciones complejas que nos produzcan preocupación y que “el cuco” nos pueda atrapar. Sin embargo, nuestra mirada y énfasis no debe descansar en “el cuco” que se apodera de la esperanza. El significado de la vida no se ubica en lo que recibimos, sino en aquello que nos convertimos a base de dónde ponemos nuestra mirada y como crecemos en ese proceso.

La realidad es que en la vida nos encontramos con desigualdades que nos incomodan. Lo importante es destacar que tener riquezas no es lo mejor que nos puede pasar.  Tampoco el sufrimiento es lo peor que nos puede pasar. En cada una de estas situaciones, podemos encontrar que Dios nos acompaña.  El maestro de Eclesiastés dice: “El pecador puede hacer lo malo cien veces, y vivir muchos años; pero sé también que le irá mejor a quien teme a Dios y le guarda reverencia. En cambio, a los malvados no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Serán como una sombra, porque no temen a Dios” (Eclesiastés 8:12-13, NVI).

Confiemos en Dios. Olvidémonos del cuco. La sabiduría proviene de Dios y hace que nuestra casa no caiga en la tormenta de la vida.

Bendiciones,

Eliezer Ronda Pagán