Dicen por ahí que “el que mucho abarca, poco aprieta”. Otros dicen que, “no se puede asar dos lechones a la vez, porque siempre se uno se quema”. La recomendación es a no sobrecargarse para hacer con excelencia lo que debemos. Por otro lado, vemos una tendencia a resaltar el trabajo de las personas multifacéticas que hacen variadas cosas con una destreza ingeniosa. De ahí que se asocia lo polifacético con lo inteligente. Resulta que los equipos que hacen varias funciones son celulares inteligentes, relojes inteligentes, televisores inteligentes, carros inteligentes, etc. En ese caso, el mundo de la tecnología considera que hacer diversas cosas es inteligente.
De ahí que surge la importancia de hacer más con menos y tratar de no sobrecargarse para evitar caer en estados de ansiedad que perturben la tranquilidad. Estos aspectos me parecen importantes en el ejercicio de lo que podemos pensar cuando estamos llamados a lo que hacemos en vez de lo que somos. En un mundo donde el éxito es medido a base de los resultados cuantificables, perdemos la visión de lo que es incalculable con lo que es cualitativo. Ya hemos leído en la Escritura, que es necesario menguar para crecer como indicativo de la madurez. La iglesia está llamada a ejercer la misión. Su fundamento base es el amor. No hay manera de crecer en salud emocional si el amor no es el fundamento. Dice Karl Vaters que “amar a Dios y amar a los demás no es una estrategia de crecimiento de la iglesia. No es un medio para un fin. Es el medio y el fin”. Lo que hagamos parte de lo que somos. Ser inteligente no estriba en todas las cosas que somos capaces de ejecutar, sino en cómo lo ejecutamos. Ser inteligente, requiere hacer, pero hacerlo en amor.
El problema es pensar que no hacer mucho para no sobrecargarnos es lo correcto. Ese camino muchas veces cae en la inacción. Algunos optan por no abarcar nada y asar al menos un lechón en la vara. Se quedan en la contemplación. El peligro de eso es quedarnos en la desocupación y con ello, perder la visión del llamado fundamental es hacer discípulos en todas las naciones.
El consejo que se le dio a Timoteo siempre fue a ocuparse y no andar desocupado. Por eso se le escribió así: “”Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:13-16, RVR 1995).
Creo que es esencial que abracemos el llamado. Hay dones que se nos han dado y hay múltiples maneras de hacerlo con inteligencia. La pregunta es: ¿Qué estás haciendo con lo que Dios ha puesto en ti? ¿Qué respuesta tienes para el llamado que Dios te hace? No te detengas. Es tiempo de ocuparnos y asumir lo que estamos llamados a hacer.
Bendiciones,
Rev. Eliezer Ronda Pagán