Entre el horno y el león

Se ha dicho que la historia no se hace a base de aquellos que son cobardes. Son los valientes los que logran captar el interés de los escritores para resaltar cómo los actos que desarrollaron, fueron capaces de enfrentar sistemas de opresión para que las nuevas generaciones pudieran emular. Se trata mas bien de aquellos que no se quedan paralizados e indiferentes ante lo que ocurre. De aquellos que miran más allá de lo que su vista pueda contemplar para considerar lo que el panorama puede y debe ser distinto porque no le hace honor a quienes sufren en el proceso.  La pregunta que nos debe llevar a reflexionar es cómo respondemos a los desafíos naturales que nos atañen en estos momentos que nuestra Puerto Rico enfrenta.  Lo que vivimos como país, nos urge a responder con una palabra que no se limite a la verbalización sino que se ubique en la acción de vida solidaria para la transformación.   Me recuerda a la nueva generación de jóvenes que estuvo cautiva en Babilonia. 

En aquellos tiempos, el rey Nabucodonosor se llevó a su imperio a los jóvenes talentosos de Israel y les forzó a dietas junto con rituales que entronizaban la política opresora que gobernaba. En nuestro caso, vivimos la realidad del cautiverio en nuestra propia tierra. Muchos de nuestros mejores talentos han sido seducidos a partir a otras tierras, pero el origen del problema es el mismo. Hemos sido seducidos por el consumismo para que comamos otras dietas  junto con postraciones a imperios ególatras que lo único que hacen es burlarse de la nuestra dignidad.  Esto no lo apunto desde un panorama simplista de las legumbres y las carnes, ni tampoco de la música alegre que se entonaba para la adoración de la imagen del rey. Me refiero a las acciones que nos llevan a vivir espacios desmedidos con banquetes que solamente alegran el estómago pero que no son capaces de saciar la verdadera necesidad que tenemos.  

 La amenaza del imperio fue sencilla. El no comer la porción del rey, debilitaba. El no postrarse ante la música, sentenciaba a la muerte. La cancelación de la vida de oración, imponía ser lanzados a los leones como un circo ante los demás. No responder a ninguna de las estipulaciones del imperio era rechazo y castigo.  Como Iglesia, nos corresponde mantener la firmeza ante las amenazas que intentan amedrentar la buena noticia del evangelio.

La acción que debemos asumir es no comer la comida del reino de la explotación del otro. Debemos exponer nuestros valores con dignidad y no claudicar en nuestra vida de oración. La tentación de tener más, de ser “alegre” como los demás, no debe llevarnos a movernos con las canciones que idiotizan el corazón y que no permiten ver el panorama amplio. Recordemos que la canción de adoración a Dios es aquella que nos lleva a extender los brazos, más que nuestras gargantas en alta voz.  

Estamos entre el horno de fuego y el león donde aquellos jóvenes fueron asediados por Babilonia. Si las acciones del imperio amenazaban la vida de esos jóvenes, las inacciones de la iglesia nos llevan a la muerte, pues la fe sin obras es muerta. El evangelio es vida y demanda que actuemos con esperanza y no con un mensaje muerto y estéril que ignora la realidad social.  

El horno y el león que hoy nos llama no puede ser el que nos mate, sino aquel que es el León de Judá que vuelca las mesas del templo y lo torna en casa de oración. Es el fuego del Espíritu que nos lleva a desatar nuestras lenguas para dar una mensaje de transformación y esperanza verdadera en Puerto Rico.

Más que a estar entre el horno y el león, estamos llamados a ser fuego de Dios y voz rugiente de fe, valor y esperanza a nuestra Isla. Sigamos el consejo de Pablo a Timoteo: “Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que por su causa soy prisionero. Al contrario, tú también, con el poder de Dios, debes soportar sufrimientos por el evangelio.” (2 Timoteo 1:6-8, NVI). 

 Bendiciones, 

 Rev. Eliezer Ronda Pagán