Mi palabra no es la ley

Hay una canción ranchera mexicana de José Alfredo Jiménez, que fue muy popularizada por Vicente Fernández. Es muy probable que la hayamos escuchado de algún conjunto mariachi. Se titula El Rey.  Dice algo así:

Yo sé bien que estoy afuera
Pero el día en que yo me muera
Sé  que tendrás que llorar (Llorar y llorar, Llorar y llorar.)
Dirás que no me quisiste
Pero vas a estar muy triste
Y así te vas a quedar…

Con dinero y sin dinero
Hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley…
No tengo trono ni reina,
Ni nadie que me comprenda,
Pero sigo siendo el rey…

La determinación del autor de esta canción ante la culminación de una relación de pareja, presenta la obstinación de que el despecho no tendrá la última palabra, porque él sigue siendo el rey. La pregunta es: ¿somos dueños de nuestras relaciones? ¿Somos dueños de los recursos materiales que tenemos? ¿Verdaderamente somos reyes?

El gran desafío de la vida es cómo podemos manejar los recursos que tenemos. De una manera nuestro corazón se refleja en la manera como administramos y reaccionamos ante los sucesos que nos ocurren. Esta canción lo que afirma es que al final del día, el rey hace lo que quiera  porque es su opinión la determinante en la relación. Jesús, en su mensaje desde el monte compartió lo siguiente: “Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón” (Mateo 6:21, NTV). La manera en que vemos  lo más valioso y dónde ponemos nuestro interés,  hace  que establezcamos en dónde realmente está nuestro corazón.

Lo que cantaba Fernández, es la manera en cómo muchos han querido vivir la vida. Pensar que somos dueños de lo que tenemos es engañoso pues nos ha sido dado por Dios. Somos simplemente administradores que a base de lo que manejamos, reflejamos los valores de nuestra vida.

No es saludable engañarnos, creyendo que somos los reyes y dueños del espectáculo. Nuestra palabra no es la ley.  Mas bien, determina los designios de nuestra vida. Nos corresponde fijar nuestra mirada y mente en la ley de Dios para todos. Por eso, el consejo a la nueva generación que entró a la tierra de la promesa era: “Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito” (Josué 1:7-8, NVI). Que de lo que hable nuestra boca en lo que consideremos la ley, sea orientado al consejo de la palabra de vida para ser mejores gerentes de lo que Dios nos ha dado. Después de todo el consejo bíblico es: “Cada uno de ustedes ha recibido algún don de Dios; úsenlo para servir a los demás. Sean fieles administradores de los diferentes dones de Dios” (1 Pedro 4:10-11, NBV). 

Bendiciones,

 Rev. Eliezer Ronda