“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8.31-32).
Esa es una pregunta milenaria. La han planteado los seres humanos a lo largo de la historia. Sencillamente no queremos estar o vivir equivocados. Frente a Jesús, después de escuchar de los labios de aquel que había venido al mundo para decir la verdad, Pilato lanzó la pregunta: ¿Y qué es la verdad? Lamentablemente salió del lugar donde estaba, sin esperar la contestación de Jesús. Peor aún, avaló una acción montada en la mentira, y permitió la crucifixión de un hombre en el cual no encontró delito, como él mismo señaló.
Ya Jesús había contestado la pregunta. En los versos de referencia, establece que la permanencia en su Palabra lleva a las personas a conocer la ansiada verdad, con el complemento de vivir en libertad.
En la segunda década del siglo 21, nos enfrentamos a la misma interrogante sobre la verdad. Los seres humanos que hemos abrazado la fe en Jesús afirmamos que Él es la verdad, como también el camino y la vida. (Juan 14.6) Las palabras y los hechos de Jesús (sobre el cual no se ha vertido falso testimonio) comprueban su histórica afirmación.
Lamentablemente, hay personas que no les dan valor o autoridad a sus dichos. Es la realidad de la postmodernidad. Todo se cuestiona y se afirma la creencia personal, con toda la mochila de vivencias acumuladas, como la verdad inquebrantable.
Hace unas semanas una figura política, afirmó sin más, que no le daba valor a la ciencia y la investigación que produce medicinas y vacunas. Es un claro ejemplo de la realidad señalada.
Jesús entregó su vida en la cruz y resucitó de la muerte, para que la verdad de su Palabra se convierta en el GPS de la vida de los seres humanos y vivamos en paz con Dios y disfrutando de su amor inexplicable.
Perdernos, camino a un lugar turístico o de interés, no tiene mayores consecuencias. Errar el camino que nos lleva a la vida eterna con Dios, tiene consecuencias eternas.
Vamos a mantenernos en el camino correcto, creyendo, afirmando y tratando de vivir cada día, en la verdad del mensaje de Jesús. De esa manera, disfrutamos de libertad plena.
Luis Guillermo Montañez Vega