Confía en Dios, obedece su Palabra

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10.17).

Leonardo Boff , define la fe como: la fuerza que nos ayuda a sentirnos bajo la mirada amorosa de Dios, nos ayuda a entregarnos confiadamente a su voluntad, a desear ardientemente la curación. Si esta no ocurre, debemos acogernos confiadamente a su voluntad, nuestra vida pertenece a Dios. Pues ni la enfermedad, ni la muerte tienen la última palabra. La fe es confianza en Dios, es esperanza, es creer, es una firme convicción en el Señor y sus promesas. Es entregarse en entera confianza a su amor. La fe es la certeza de que somos del Señor, que le pertenecemos, que el camina junto a nosotros todos los días, que escucha nuestras oraciones.

 Para nosotros entender el significado de la fe, desde nuestra reflexión teológica, debemos establecer el fundamento de este versículo, dado que es crucial para entender lo que es la fe. ¿Qué implica? Afirmar que la fe es oír la Palabra de Dios.  Conlleva reconocer desde el interior del corazón cómo el Espíritu de Dios nos habla, cómo experimentamos su presencia y lo que implica desde nuestro interior. Por lo tanto, el creer es: confiar, depender, obedecer la Palabra de Dios, pero será oída desde el corazón.  Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan, la practican, y la obedecen. Nuestras experiencias con Dios nos permiten crecer como cristianos y llenar nuestro espíritu. ¿Pero cuántas veces compartimos con los que nos rodean las vivencias que tenemos y las intervenciones de Dios en nuestras vidas?  ¿Cómo pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?, y ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído?  ¿Cómo oirán sin haber quién les predique?  (Romanos 10:14).  Muchas veces escuchamos decir: “Dios nos ha permitido vivir esa situación para que podamos ayudar a otros que están pasando lo mismo”. Sin embargo, nos quedamos mudos y no compartimos nuestro testimonio.   “Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos, pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”. Hebreos 4:2.

 Cuando nos enfrentamos a retos, buscamos en Su palabra y encontramos experiencias que nos llevan a verlos y a enfrentarlos de la manera que Dios lo haría. Su Palabra nos da fuerzas y ánimo. La leemos, escuchamos las predicaciones y nos nutrimos como los bebés de la leche materna. Entonces nos preguntamos: ¿Está nuestra fe basada en la Palabra de Dios? ¿Es nuestra fe tan fuerte y sólida que nos permite llevarla a otros? ¿Ve la gente en nosotros el testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas? Pidámosle a Dios que nuestras bocas se abran para compartir su Palabra y lo que Él ha hecho en nuestras vidas. El Dios que nos ve, nos concederá nuestras peticiones, de acuerdo a su voluntad. Porque Jesús es nuestro modelo de fe. Considerar el ejemplo de Jesús es un llamado a no desmayar ni desanimarnos en medio de nuestras enfermedades, dolores y pruebas. Es importante tener personas que sean modelos de fe. Estas pueden ser personas creyentes que, por la calidad de su fe, alientan nuestra propia fe y son un estímulo y un ejemplo que imitar.

 Cada relato bíblico que escuchamos es como  un espejo que nos permite mirar nuestras vidas y la vida en general. Podemos apreciar a través de ella los personajes, las historias y las tramas de manera que podamos vivir adecuadamente. Esa experiencia de aprender a vivir, de adquirir el significado de la vida y encontrar la presencia de Dios en la Biblia, es lo que muchos hemos experimentado como la Palabra de Dios. A través de ella, somos testigos del testimonio del pueblo de Dios sobre su presencia en la vida y en la historia. Cuando nos acercamos a la Biblia, tenemos un encuentro inmediato y vital con las historias que en ella se narran. La Biblia tiene ese poder de evocación entre los creyentes y nos dirige a un encuentro e interpelación de lo que podemos catalogar como una experiencia con lo sagrado.

 Otro aspecto que no podemos omitir es el hecho de conocer esos textos bíblicos donde se hace más que evidente la presencia salvadora de Dios en nuestras vidas. Cada una de esas revelaciones representa el acompañamiento de Dios con su pueblo a través de la historia. Cada uno de esos eventos que el pueblo de Israel vivió por muchas generaciones hasta constituirse el cristianismo, es lo que llamaremos eventos salvíficos. Eventos en que se liberaba al pueblo, se mezclaban con la vida cotidiana de los personajes bíblicos.  A su vez, evocan una reflexión profunda en cada uno de nosotros. Su autoridad es en virtud de su origen sobrenatural. Su autoridad no se encuentra en su mensaje central y su rol de nutrir la fe, sino en su origen, pues es inspirada por Dios y revela el amor liberador de Jesucristo.

 Las Escrituras son indispensables, pues nos traen a una nueva relación con Dios a través de Jesucristo, por el poder del Espíritu Santo. También nos trae a una nueva relación con nosotros, con las demás personas y con la creación.  La Biblia es como todo un testigo auténtico que no dirige su atención hacia sí misma, sino a la realidad que le trasciende, es decir, a Dios. Es por esa razón que la Palabra en Romanos 10.17 nos recuerda que la fe viene por el oír, el oír la Palabra de Dios, la que nos da fuerzas, la que nos vivifica, la que nos sostiene, la que nos revela los atributos de Dios, la que sana y restaura. Ciertamente, nuestra fe aumenta, cuando escuchamos su Palabra.

 Oración:

 “Bendito Dios, te damos gracias por tu Palabra porque al leerla, al oírla conocemos de Ti y de tu amor. Gracias Padre, porque es a través de la fe que confiamos en un Dios de esperanza, que nos guarda, nos libera y nos permite enfrentarnos a las pruebas con la seguridad de que estás y que Tu  fidelidad es para siempre.  Te pedimos que nos permitas llevar a otros nuestro testimonio.  Te lo pedimos en tu nombre.  Amén

Migdalia Torres