“La hierba se seca y las flores se marchitan, pero la palabra de Dios permanece para siempre” (Isaías 40:8).
La hierba y las flores adornan nuestros hogares. Pero la hierba, si es descuidada, puede afear nuestro hogar. Por otro lado, las flores son tan especiales que se ven envueltas en ocasiones importantes de nuestras vidas. Están en momentos en donde empezamos una relación importante para nosotros, y en otros, en donde nos despedimos de personas que amamos. Me atrevo a pensar y sugerir que la hierba y la flor pudieran representar los diferentes tipos de eventos que nos pueden ocurrir en nuestras vidas. Eventos tan cotidianos como la hierba y las flores. Momentos buenos y felices, y no tan buenos, no tan felices. Pero que de alguna manera u otra, forman parte de quiénes somos.
Sin embargo, la hierba y la flor no duran para siempre. Las dos tienen su tiempo en que comienzan y terminan. Otras flores se levantan, al igual que otras hierbas, pero ninguna dura para siempre. La hierba se seca y las flores se marchitan. Por lo tanto, en un ambiente de vida en donde todo es temporero, la Palabra de Dios permanece para siempre. Sus pensamientos y sus planes sobre nosotros no cambian, aunque nuestras circunstancias cambien. Aunque te puedas sentir indigno o no amado, aunque te sientas incapaz de hacer aquello que Dios ha puesto en tu corazón o inconsistente con tu vida espiritual. Lo que Dios ha dicho sobre ti no tiene fecha de expiración, no se seca, ni se marchita. Que no te desanimen las hierbas y las flores de la vida que se marchitan y se secan. Permanece en la Vid, que permanece para siempre.
Norberto Latorre Arzola
Oración:
“Señor, gracias por permanecer con nosotros sin importar nuestras circunstancias. Te pedimos perdón por nuestra inconsistencia, por el desánimo y por nuestra forma de comportarnos. Nos queda la esperanza y confianza de la Vid es para siempre, aunque las flores se marchiten”. Amén