“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11)
Nací en una familia donde desde niña aprendí a leer la Biblia y a memorizar versículos de esta. Los mismos tomaron pertinencia en los días de mi adolescencia al tener un encuentro personal con Dios, mi Maestro. La relevancia de cómo adorarlo, cómo obedecerlo, cómo compartir su Palabra a otros y cómo defender mi fe. Esto lo transmití a mis hijos y ahora a mis nietos. Si analizamos nuestro alrededor vemos que a muchos no se les ha enseñado esa Palabra. La consecuencia de esto es una triste realidad en nuestro pueblo.
La Palabra aprendida y atesorada nos lleva a tener una vida de acuerdo con lo que Dios espera de nosotros. Nos va a sostener en el día difícil. Es el manual de direcciones para lidiar con el momento de la debilidad, “lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). Enseñarla es esencial, es el instrumento que tenemos al tomar buenas y sabias decisiones. Nos redarguye al arrepentimiento y búsqueda de su perdón. Es el antivirus contra el pecado y aumenta nuestra lealtad con Dios, nuestro Maestro y Salvador.
Oración:
Amado Dios, Maestro, agradecida estoy por la bendición de tu Palabra escrita. Gracias por la guía que es para nuestras vidas. Ayúdanos a vivirla cada día y transmitirla a los más pequeños, débiles y hambrientos de ti. ¡Te amamos Señor!
Amén
Mitsi Martínez