Recuperados para revitalizar

Hace un año para este mismo tiempo los especialistas en meteorología nos compartían acerca de la amenaza de un huracán categoría 5 llamado Irma. Su amenaza se tornó en visita no invitada que trastocó varios municipios de la costa noreste de la Isla. Fueron muchos los que quedaron sin el servicio de electricidad y ni hablar del huracán María, que nos azotó las siguientes semanas.

La vigilancia y aviso de un huracán intenta poner en alerta a todos los que están bajo esa amenaza, con el fin de que hagan los preparativos de sus respectivos lugares de vivienda. 

Ya sabemos lo que ha pasado un año después. Informes de diversas universidades respetadas de los Estados Unidos  destacan miles de muertes. Todavía seguimos el intento acelerado de recuperación de la Isla, que sabemos que nos tomará unos cuantos años. Muchos de nuestros familiares se nos han ido del país. Otros han comenzado a regresar. La huella del trauma está presente. Nos corresponde ver cómo está nuestra estructura. Es importante saber cómo está nuestra casa.

El texto bíblico que hemos reflexionado en estos días, tiene que ver que con la manera de hacer los preparativos de nuestras casas luego de un tiempo difícil. Para el pueblo de Dios, el haber estado cautivos 70 años en el territorio babilónico, era traumático. Era un pueblo que había pasado de ser un lugar próspero a uno a la merced de la autoridad del otro. Eran esclavos de sus propios errores y ahora intentaban levantarse. Para eso, tenían que extender las cuerdas de sus casas y no ser escasos en lo que hicieran. Lo importante era reforzar las estacas para dar lugar a quienes no tenían lugar.

En la Metropolitana, como en todo Puerto Rico, nos encontramos en el proceso de recuperación y revitalización. Estamos repensando como hacer ministerios en los tiempos de retos que tenemos. No podemos depender de una fe cautiva de los servicios dominicales que no haga mella relevante en lo cotidiano. En ese sentido, seríamos un movimiento religioso que se reúne para eventos ceremoniales que luego de su culminación no dan techo, seguridad ni esperanza a los más necesitados.

Nos debemos preguntar: ¿Por qué estamos aquí en este tiempo? ¿Para qué nos llamó Dios? ¿Cuál es la voz de Dios para nuestra comunidad hoy? Estoy seguro que Dios quiere que los años que sigamos celebrando sean de refugio para muchos.

El profeta lo destaca así: »¡Oh ciudad azotada por las tormentas, atribulada y desolada! Te reconstruiré con joyas preciosas y haré tus cimientos de lapislázuli.” (Isaías 54:11, NTV)

Para este tiempo, Dios nos convoca a ser iglesia de refugio, esperanza y vida para quienes creen no tener lugar.  Somos su casa con cuerdas alargadas y estacas reforzadas.  Bendiciones,

Eliezer Ronda