Si afirmamos que el evangelio es calidad de vida que se extiende hacia aquel que ha sido señalado como una no persona en relación a donde nació, cuanto tiene, que estudió, cuál es su vivienda, entre otras cosas; no podemos hacer de un nuevo año algo tan trivial como que apunte a resoluciones que meramente me beneficien y dejen a un lado a los demás. El evangelio nos obliga a mirar para el lado y ponernos a un lado para darle a los demás respeto y valor. Sólo en la medida que decidamos responder en lo que es ser iglesia nos llevará a una quehacer sintonizado con la agenda de Dios.
El regalo de la esperanza
En el arte, existe una técnica de pintura llamada “chiaroscuro” en italiano o “claroscuro”. La misma consiste en el uso de contrastes fuertes entre la iluminación y la oscuridad, destacando, de manera más efectiva, algún elemento en la pieza. Es, pues, la esperanza aquel destello que irrumpe en la oscuridad de nuestra realidad, invitándonos a clavar nuestros ojos en cosas, personas que nos rodean, promesas, sueños, que nunca pensamos ver.
Valiente y esforzado
Disfruto las historias en las cuales las personas superan adversidades extremas. Con valentía, esfuerzo, tenacidad y dedicación, logran lo que se pensó era muy difícil o imposible.
En semanas recientes disfrutamos el rescate, de las profundidades de un sistema de cuevas, de doce niños tailandeses y su entrenador en el deporte de soccer. El mundo entero disfrutó la gran hazaña en la cual participaron varias naciones, hermanadas por el mismo propósito.
Ese tipo de situación, como pasó con los 33 mineros chilenos en el 2016, une a los humanos y hace que el corazón lata al mismo ritmo. La victoria se torna comunitaria.
La Biblia nos ordena ser valientes y esforzados. Muy posiblemente no experimentemos nunca una situación tan extrema como los chicos de Tailandia, pero se nos llama a vivir con valentía, cada día de nuestra vida. El requisito es necesario pues ser cristiano es ir a contracorriente.
Para muchos cristianos en distintos países del mundo, ese vivir a contracorriente es la rutina diaria. Tanto es así que se puede pagar con la vida, si se descubre que la persona es seguidora de Cristo.
En este lado del mundo, la situación no es tan dramática. No obstante, el caldo de cultivo anti-cristiano en occidente, crece más cada vez. Necesitamos vivir cada día con valor y esfuerzo, afirmando nuestra fe en Jesús y sus postulados. Es una convocatoria del mismo Jesús, quien nos advirtió que así sería y nos prometió estar a nuestro lado para sostenernos en el camino.
Ese llamado a la valentía y el esfuerzo, resuena, cual eco histórico-divino, desde la antigüedad. En Josué 1.6 el texto nos dice: “Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Josué 1.6 (DHH). Afinemos nuestro oído para escuchar ese eco, como verdad que nos sostiene, cada día.
Luis Guillermo Montañez
Su gracia nos limpia
En una ocasión echamos a lavar una de mis camisas favoritas con un montón de ropa de colores distintos. Al secarla y ponerla en el gancho, me di cuenta de que ya no era solo verde claro, sino que tenía manchas rositas por todos los lados. Pasó de ser mi camisa favorita a mi camisa manchada.
No tuvimos en cuenta que esta camisa no debía de lavarse con otros colores que fueran muy oscuros, como un traje “fushia” y todo lo demás que pusimos en la lavadora. El verde era tan clarito que debimos lavarla con la ropa blanca y no usar blanqueador. No pude volver a usar la camisa, porque no encontramos nada que pudiera devolverle su color original.
Pensaba que en muchas ocasiones en nuestra vida espiritual pueden suceder cosas similares a estas. A veces entramos en lugares, relaciones, o pensamientos cíclicos en donde nos mezclaremos con colores que pueden dañar nuestras vestiduras. A veces podemos pensar que nos está haciendo bien sin darnos cuenta que nuestra vestimenta ha sido trastocada.
Los creyentes en Cristo sabemos que nuestras vidas pueden ser completamente lavadas en con el agua de su Palabra. Sin embargo, en muchas ocasiones podemos equivocarnos e intentar lavarnos con cosas que en realidad nos manchan.
Mi camisa no tuvo remedio. Pero aquellos que creemos en Jesús, no importando en qué estado estén nuestras vestiduras en este momento, tenemos la esperanza de no seguir manchados si nos arrepentimos. Porque no hay nada tan sucio o manchado que Jesús no haga digno. Su misericordia y gracia nos limpian.
"Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve".
(Salmo 51:7)
Dios les bendiga,
Christopher Villafañe Villalobos