¡Que mucho nos gusta celebrar! Cuando hay una fiesta, participamos de la celebración. Usualmente incluye música, comida y un sinnúmero de momentos memorables. Alguno dirían que lo que les gusta hacer es participar del cachete. Donde hay comida gratis, llegamos y si eso incluye festejo, mejor. Para muchos, lo importante es ser invitados y sentirnos que somos parte del gran evento de celebración. La invitación entregada es la confirmación de ser notados, pero realmente no es confirmación de participación hasta que no hayamos contestado. Hay que contestar el RSVP.
De ahí que muchos entienden que con solo recibir, ya participamos y no hay nada que esté mas lejos de la verdad. De hecho, las siglas RSVP, significa: “Respondez, s'il vous plait”. Esto significa: Por favor, responde. En otras palabras, queremos que estés con nosotros, pero no sabemos si quieres, puedes o deseas estar. Supongo, que esto es fundamental al reflexionar en donde nos ubicamos en el proyecto de Dios. No es suficiente solo con saber que somos notados, tenemos que responder.
Nuestra experiencia de fe y servicio en el ministerio transcurre en la misma dirección. Muchos entendemos que con estar en las actividades y hasta con saber algunas cosas de las tradiciones cristianas, estamos participando de lo que Dios no está convocando. Saber acerca de la fe y comprender hasta donde podamos, no quiere decir que verdaderamente estamos respondiendo a la invitación que Dios nos hace para conocerlo y compartir con otros la gran noticia del evangelio.
Cuando Jesús se reencontró con sus discípulos en Galilea sucedió algo interesante. Así lo destaca Mateo: “Jesús se acercó y dijo a sus discípulos: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:17-19, NTV). Los invitó a formar a otros en todas las naciones mediante el ejemplo que Él les modeló. Al leer el resto de la Escritura en los Hechos de los apóstoles, notamos que en efecto respondieron a la invitación y participaron del proceso de transformación de muchas personas a través del desarrollo de la iglesia. ¡Wow! Fueron invitados a la misión y respondieron con convicción.
Como iglesia Metropolitana, hemos estado pensando hacia donde Dios nos convoca como iglesia. Hemos estado desarrollando en nuestra visión lo que llamamos el ADN del Metropolitano que consiste en: Amar a Dios y la gente. Discipular las personas y eNviar a todos a servir a los demás. Para que esto pueda ser llevado a cabo, es esencial que podamos responder a la invitación y no quedarnos en la celebración de ser invitados.
Participar de la experiencia del culto y celebrar que somos notados por el amor de Dios a cada uno es hermoso y maravilloso. Su gracia nos alcanza por encima de todo. Pero, también requiere que respondamos a la invitación que Dios nos hace de servir. Negarnos a responder al amor de Dios y la convocatoria que nos hace de servir, de igual manera es rechazar la invitación.
Esta temporada de Puerta de Embarque, requiere que nos montemos hacia donde Dios nos convoca como iglesia. Estamos invitados. ¿Qué vamos a hacer? Nos queda responder. Dios te invita. Es tiempo de responder.
Bendiciones,
Eliezer Ronda Pagán