«Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, saluden a los que en la ciudad de Filipos pertenecen al pueblo santo por estar unidos a Cristo Jesús, es decir, a toda la comunidad con los que la presiden y los diáconos. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y su paz sobre ustedes. Acción de gracias. Cada vez que me acuerdo de ustedes doy gracias a mi Dios; y cuando oro, siempre pido con alegría por todos ustedes; pues ustedes se han hecho solidarios con la causa del evangelio, desde el primer día hasta hoy» (Filipenses 1:1-5).
Amados y amadas, Dios los bendiga, les cubra y proteja en este proceso difícil que estamos pasando. Quiero compartir con ustedes que Miguel, mi hermano y yo estamos celebrando un altar familiar en estos días. Estudiamos la carta a los Filipenses.
Pablo escribe a los Filipenses mientras estaba encarcelado en Roma. De acuerdo con los comentarios bíblicos que he podido leer, nos indican que Filipos era una colonia Romana. Allí vivían muchos veteranos del ejército romano. Era una ciudad mayormente gentil. Sin embargo, tenía una población judía, aunque era muy pequeña. Ellos no tenían sinagoga ni un proceso cúltico formal judío. Pablo llega a Filipos durante su segundo viaje misionero y funda su primera iglesia en Europa. Se dice que el grupo se reunía aparentemente en el hogar de Lidia, una empresaria pudiente que apoyó en gran manera el ministerio de Pablo. Él les escribe en agradecimiento desde la cárcel.
Los primeros versículos de Filipenses contienen el tradicional saludo, algo usual en las cartas. Y luego, en los versículos 3 y 4, está el tema que deseo compartir.
La lectura de estos primeros versículos durante el devocional familiar nos llevó a reflexionar: ¿cuántas veces damos gracias a Dios por aquellas personas de las iglesias en las cuales hemos estado? ¿Hemos agradecido a Dios por todo lo bueno que compartimos y vivimos en esas comunidades de fe? Como familia, hablamos de la iglesia en donde nos criamos, la cual fue una base importante y fundamental en nuestra niñez. Recordamos la Palabra escuchada, los cánticos, los versículos bíblicos, el ejemplo de los líderes, y el testimonio de nuestras familias siendo líderes en esas iglesias. También hablamos del aprendizaje adquirido a través del modelaje de nuestras familias y de las familias de las comunidades de fe que nos han rodeado. De la misma manera en que Pablo da gracias a los filipenses por su apoyo en el ministerio de esparcir el evangelio, y su apoyo ahora al estar encarcelado en Roma, así nos dimos a la tarea de dar gracias por todas aquellas personas que nos han apoyado en nuestros procesos de vida.
Los hermanos de la iglesia en Filipo enviaron a Epafrodito para que le llevara una ofrenda a Pablo, y para que le ministrara durante su estadía en la cárcel de Roma. Esto nos llevó a recordar lo que hemos vivido en las diferentes congregaciones que hemos participado. Dialogamos sobre cómo hemos visto la bendición y la mano de Dios a través de las diferentes familias y amistades de la comunidad eclesial… el pueblo santo, como dice Pablo.
Considero que es buen momento para hacer un análisis de todo lo que Dios nos ha provisto a través de todas esas congregaciones y personas que nos han dado la mano y apoyado a través de nuestro caminar. Dar gracias a Dios por ellos y analizar cómo nos ha mostrado su amor, su cuidado, su provisión y su protección por medio de ellos.
Me llamó la atención que un comentarista escribió que la iglesia de Filipo envió a Epafrodito para ministrarle a Pablo en su momento difícil. Eso nos llevó a dar gracias a Dios por todas esas personas maravillosas que nos han ministrado a través de las diferentes experiencias congregacionales, en los diferentes ministerios en los que hemos trabajado, y a través de las diferentes actividades en las que hemos podido servir.
Te pregunto, ¿has dado gracias a Dios por todo lo que Él te ha provisto mediante las diferentes comunidades de fe en las cuales has estado o estás? Me parece un buen momento para compartir esto con tu familia o simplemente en tu momento devocional personal. Mirar hacia atrás y ver cómo la mano de Dios te ha provisto, dirigido, te ha enseñado y sostenido a través de todas esas experiencias con la comunidad de fe. Darle gracias a Dios por cada una de esas personas, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños, que han puesto un granito en lo que tú eres en este momento. Orar para que podamos nosotros también ser un ente de bendición para aquél que no tiene una comunidad de fe que le apoye, le abrase, le provea y le consuele. Que seamos como un imán para que se acerquen y vean el amor de Dios con nuestro ejemplo; a través de nuestro testimonio y servicio. De tal forma que también puedan ser parte de una familia extendida de bendición. Que así nos ayude Dios.
Damos gracias a Dios por todas las personas que nos han bendecido independientemente de la fe que profesan e independientemente de su proceso individual de vida. Que Dios los bendiga siempre.
Bendiciones,
Michelle Cintrón Olivieri