El amor que no abandona

«A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: “Eli, Eli, ¿lema sabactani?», que significa “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46 (NTV))

El clamor de Jesús en este versículo resuena en nuestros corazones porque refleja el sentir del Salvador del mundo por el dolor y sufrimiento que experimentaba en la cruz. Yo no sabía que el salmista del Salmo 22 había profetizado las mismas palabras que Jesús clamó allí. Pues el salmo comienza diciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmo 22:1). Al leer los demás versos me daba cuenta de otros sentimientos que Jesús experimentó en la cruz. El Salmo 22 nos dice que Jesús se sintió “como un gusano y no como un hombre” (Salmo 22:6).  Las personas que lo rodeaban en la cruz, al mirarlo, se burlaban de Él.  Sonreían con malicia y movían la cabeza diciéndole: “¿Este es el que confía en el Señor? Entonces, ¡que el Señor lo salve! Si el Señor lo ama tanto, ¡que el Señor lo rescate!” (Salmo 22:8). Se percibían los sentimientos de humillación, en donde nadie le mostraba compasión ni empatía. Isaías 53 también añade a la experiencia del varón de dolores. Leemos que Jesús fue “despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo” (Isaías 53:3). Fue “oprimido y tratado con crueldad”.  “Él no había hecho nada malo, y jamás había engañado a nadie.” (Isaías 53:7,9). Definitivamente, Jesús nunca pecó, pero “Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado”   (2 Corintios 5:21).

La verdad es que no tengo el conocimiento teológico para saber todas las implicaciones que tiene este clamor, pero si algo es bien cierto, es que Jesús se sintió así. Se sintió abandonado porque en ese momento estaba recibiendo el castigo de Dios, pues estaba cargando el pecado tuyo y mío. Él literalmente era pecado en ese momento, y parte del castigo creaba una forma de distanciamiento del Padre. El clamor sucede como una expresión de agonía de parte de Jesús y no necesariamente como una pregunta esperando una respuesta. El Salmo 22 nos deja ver que aun este momento doloroso, lleno de agonía, era parte del plan divino del Señor. El dolor y abandono, las heridas en su cuerpo y corazón, fueron las heridas que nos sanan hoy (Isaías 53:5).

Las heridas de Jesús nos garantizan que, en medio de nuestra ansiedad e incertidumbre, Él no toma en poco esos sentimientos. Hoy estamos viviendo una nueva realidad, la cual viene acompañada de muchas emociones y dificultades. Puede ser que estemos experimentando ansiedad, incertidumbre por el futuro, frustración, soledad, ponle nombre. Nuestro Dios no es un Dios ajeno al dolor nuestro o incapaz de saber qué se siente, pues Jesús sabe de primera mano lo que siente el ser humano. Por lo tanto, podemos estar seguros de que el Señor está presente en nuestro dolor e incertidumbre y nos acompaña.

¡Hoy es un buen día para darle gracias a Dios por Su sacrificio en la cruz! ¡Oh! ¡Cuánto amor se necesitó para llegar hasta mí! ¡Cuánto amor se necesitó para abrir mis ojos y ver el pecado que me hiere y desgasta! ¡Cuánto amor fue el que tuviste por mí, que preferiste recibir el castigo de mi pecado a cambio de poder relacionarme contigo! Gracias Señor.

 Norberto Latorre