«Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed» ( Juan 19.28).
Esta expresión de Jesús desde la cruz es una de contrastes o paradojas, si la miramos con ojos espirituales…
Aquel, que, en medio de una de las tres fiestas más importantes de los judíos, el día principal de la misma, de pie, le dijo al pueblo, con voz fuerte: “El que tiene sed, que venga a mí y beba,” según Juan 7.37-38, ahora expresa que tiene sed.
El que le dijo a una mujer sedienta, en todo el sentido de la palabra, “si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él y él te daría agua viva” (según Juan 4.10), se encuentra sediento.
Jesús expresa que tiene sed, porque, como humano, realmente tenía sed… Sometido a un proceso injusto, accidentado, ilegal, inhumano y prolongado, su cuerpo demanda ser hidratado... Todos conocemos la importancia del agua para nuestra anatomía.
Juan resalta esta necesidad fisiológica de Jesús para atender un reclamo, que ya circulaba por allí, cuando escribía su evangelio. Había algunos que enseñaban que Jesús realmente no había venido en carne. Es decir, que Jesús era un espíritu o una aparición fantasmagórica. Inclusive, algunos creían que cuando caminaba, no dejaba huellas porque no era verdaderamente humano.
La propagación de esa creencia pretendía y pretende aún, echar por la borda, el plan de Dios para la redención humana.
Si Jesús no era uno de nosotros, no podía reclamar ser el Salvador de la humanidad. Si Jesús no fue uno como tú y yo, el señalamiento de Juan sobre él, como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, es fraudulento. Si Jesús no era verdadero hombre, el autor de Hebreos no podría decir: “Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo Sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso, debemos seguir firmes en la fe que profesamos. Pues nuestro Sumo Sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros, solo que él jamás pecó. Acerquémonos, pues con confianza, al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad” (Hebreos 4.14-16 DHH) ¡Que invitación más hermosa!
Las botellas de agua hoy día son casi omnipresentes. Por lo menos, en esta parte del mundo. En los años 70’s llegó a mis manos la idea de crear un negocio para vender agua. La descarté preguntándome, ¿quién va a comprar agua en botella? El resto es historia.
Se nos ha vendido la idea de la necesidad de los ocho vasos de ocho onzas de agua, (conocido como 8x8) diariamente. Una búsqueda en el sitio de Internet del Instituto Nacional de Salud nos demuestra, citando varios estudios, que esto es un mito. No hay evidencia científica que demuestre esta necesidad a menos que estemos realizando trabajo o ejercicio físico en temperaturas altas…Y todos los líquidos que ingerimos, cuentan.
Es un gran negocio para el que vende agua…y un gran despilfarro, pues se descartan, sin consumir toda el agua, muchas botellitas. Sin mencionar el gran problema de contaminación por el plástico que llega al mar, provocando serios problemas.
Cuán bueno sería si cada vez que tomamos agua recordamos que cerca de mil millones de personas en el planeta no tienen agua potable para su uso. Solo el 3% del agua del planeta es dulce. Ciudades como, Ciudad del Cabo, Ciudad de México, Los Ángeles, Beijing, Delhi, Río de Janeiro, por mencionar algunas, tienen un serio problema de escasez de agua por falta de lluvia, mala distribución y planificación y pérdida en los sistemas, como pasa en Puerto Rico.
Todos sabemos las implicaciones de no tener agua disponible, para la salud y la vida. Y ahora, en la crisis del COVID 19, la primera acción fundamental para detenerlo es la higiene, sobre todo, la limpieza de manos con agua y jabón.
Por lo tanto, esta frase de Jesús desde la cruz toma un significado muy particular al escucharla y ponderarla desde la crisis que vivimos por esta pandemia.
Los soldados le dieron a beber a Jesús, vino agrio y barato, común en la sociedad de Judea. El texto dice que Jesús bebió de la esponja empapada que le acercaron a la boca… Vino barato o vinagre, como dicen otras versiones, para aquel que había convertido agua en vino y que fue certificado como el mejor de la fiesta.
El Jesús humano que pronuncia su sed física se hace solidario desde la cruz y desde la resurrección, contigo y conmigo, en nuestra sed espiritual, anímica y social, provocada por un virus, que nos ha impuesto una nueva rutina de vida con dolor y angustia, como compañía.
Es nuestro vino barato en esta hora y Jesús lo bebe con nosotros…Porque él no nos deja solos en nuestra angustia y dolor.
Me tomo una licencia para decir que la sed, anunciada por Jesús, desde la cruz, hoy tiene varios ángulos o ribetes. Es sed de que terminen los contagios de este complicado virus, de que cesen las muertes por su garra, de que haya suficientes respiradores mecánicos para pacientes hospitalizados en condición crítica, de equipo de protección para el personal médico hospitalario y de laboratorios, de terapias farmacéuticas que alivien los síntomas de los pacientes, para que no lleguen a los cuartos de cuidado intensivo, de inteligencia y sabiduría para que investigadores y científicos sean exitosos en la preparación de una vacuna, y de encuentros físicos sin restricciones con familiares, amistades y miembros de la familia de la fe. Es sed también de retomar los proyectos de trabajo de la nuestra Iglesia Metropolitana, en el concepto de, Por mi comunidad.
Oro y confío en el Señor que, en su nombre, impregnados de su gracia, poder y sabiduría podamos calmar esa sed, pronto.
Que así nos ayude el Jesús sediento de la cruz.
Luis G. Montañez Vega