«Todo está cumplido» (Juan 19:30)
Escuché la palabra “albricias” por primera vez mientras cursaba uno de mis últimos años en la universidad. Un compañero de mi clase de lingüística compartió que su familia, proveniente de San Sebastián, todavía conservan la costumbre de expresar la palabra “albricias”. La mencionaban al escuchar una buena noticia, especialmente cuando nacía un nuevo miembro en su familia. Encontré que la palabra “albricias” es una expresión con la que se indica que se siente una alegría o gran gozo por una noticia. Me pareció significativo relacionar esa palabra con la frase que Jesús exclamó previo a entregar su espíritu: Todo está cumplido. Una gran “¡Albricias!” retumbó en los cielos y en la tierra el día en el que el Hijo de Dios nació en Belén. El mensaje de esperanza caminó entre la humanidad siendo hombre, despojado de toda gloria para tomar forma de siervo. “Gloria en las alturas, y en la tierra paz” se convirtió en el estribillo de cada testigo que presenciaba el poder y amor de Jesús y que lo aceptaba como su Señor y fuente de vida. Jesús comprendió que, con su vida y muerte, iba a traer propósito y dirección a los perdidos de corazón. Con tal vocación, no se enajenó del propósito y voluntad de Su Padre, ni a su esencia de hombre, sino que vio lo valioso del cumplimiento de la voluntad del Padre desde la misma humanidad, para la humanidad.
Ese grito de victoria, “Consumado es”, nos da a conocer que Jesús entendía haber completado el propósito de Dios con su vida, y su muerte. Para él, morir para cumplir la voluntad de Su Padre fue ganancia. Quería que quedara claro ante toda la multitud de testigos humanos y espirituales quienes estaban presente ante el calvario. Lo dio todo, se dio todo, para que tú y yo hoy tuviéramos la posibilidad y bendición de vivir el mayor propósito de encarnar la voluntad de Dios en este mundo. Jesús sabía que el resultado de la cruz sería permanente y trascendería su propio siglo. Él era la representación humana del Dios de amor, por lo que podía decir, como está escrito en Salmos 40: 8: “Me complace hacer tu voluntad, oh, Dios, pues tus enseñanzas están escritas en mi corazón”. Consumado es, me complace hacer tu voluntad, oh, Dios.
Ahora bien, el placer que podemos hallar en la voluntad de Dios no es circunstancial. Colgado de un madero, cargando el pecado de la humanidad sobre sus hombros, Jesús se sintió complacido de haber hecho y completado el propósito de Dios para con su vida. No sólo le movió lo que había logrado hacer en el nombre del Padre, sino que su motor para hacer esa voluntad divina era el resultado que alcanzaría al entregar su vida, para que tú y yo hoy tuviéramos vida eterna. Encontremos nuestro motivo para vivir la voluntad de Dios en ese primer “¡Albricias!” celestial, resultado del nacimiento de Jesús; cuando se estrelló la esperanza y la paz en esta bola de tierra que gira, buscando dirección y propósito. Encontremos nuestra razón para pedirle a Dios que consuma nuestra voluntad para hacer la suya al aceptar el perdón inigualable que Dios nos regala diariamente a través de su misericordia y de su gracia.
El placer de hacer la voluntad de Dios en este tiempo no vendrá a través de la circunstancia que nos rodea actualmente como país. Ver la vida a través de esa pequeña ventana subjetiva puede limitar nuestra capacidad de ver el amor de Dios y su poder moviéndose aún en medio de los momentos difíciles. La satisfacción de Jesús fue fruto de vivir, desde su nacimiento hasta su muerte, anunciando el mensaje de paz, restauración y esperanza que su propio Padre había tallado en su corazón desde la fundación del mundo. Ese “todo está cumplido” me reta a pensar, ¿qué cosas todavía no he hecho para cumplir la voluntad de Dios? ¿Será que nuestra voluntad todavía no ha sido completamente consumida por la suya? ¿Cuántas “buenas noticias” no hemos compartido todavía? Podemos leer en Isaías 52: 7 que son “hermosos los pies de los que traen buenas noticias, buenas noticias de paz y de salvación”. Cuántas albricias nos faltan por pronunciarle a este mundo sumergido en desesperanza y dolor. Precisamente ese es el propósito del evangelio de Dios, ¡anunciar la buena noticia de que hay libertad para el oprimido, paz en medio de la incertidumbre y acompañamiento en medio del dolor! ¡Albricias! La muerte y consumación de la vida de Jesús nos ha brindado este nuevo nacimiento en Él. ¡Qué muchos esperan escuchar esta noticia de gran gozo! Hay verdadera satisfacción en permitirle a Dios cumplir su propósito en nosotros, para que algún día podamos decir como Jesús: “Todo está cumplido”.
En un mundo donde proliferan tantas voluntades, encontremos verdadero refugio en hacer la voluntad de Dios, “la cual es buena, agradable y perfecta”. Descansemos confiadamente en el Dios de propósito, quien nos recuerda lo que ha hecho en el pasado, quien nos comparte su paz en el presente y es quien guarda nuestro futuro. Gocémonos: el Dios que trae al cumplimiento máximo de su voluntad está con nosotros. Consumado es.
Raquel González Morales