“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
No cabe duda de que la pasión y muerte de Jesús fue una difícil y dolorosa. Cuando vemos dramatizado este evento en películas, definitivamente concluimos que fue cruel y espantoso lo que le tocó vivir a Jesús. Pero lo hizo por amor. En medio de su dolor, estuvo dispuesto a perdonar en el mismo instante. Ahí es cuando es más difícil. A veces nosotros podemos perdonar, pero luego de un tiempo y de un proceso de sanidad. Sin embargo, Jesús perdonó en el mismo momento de su angustia. ¡¡Eso es lo impresionante de su amor incondicional!!
Jesús nos sigue perdonando. Todavía, siglos después, perdona nuestros pecados por gracia, aunque no lo merecemos. En este tiempo de quedarnos en casa, todos hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre cosas, que por nuestro ajetreado estilo de vida no pensamos. En lo personal, he tenido la oportunidad de pedirle a Dios que me perdone porque tal vez no he valorado como debiera, muchas bendiciones que recibo de ÉL a diario. Gracias por la salud, por la familia, por los viejos que nos acompañan. Perdóname, cuando he dado por sentado que están ahí y no recuerdo que es una bendición tuya tenerlos. Perdóname cuando no he agradecido que tengo un lugar seguro para vivir y estar con mi familia. A veces vivimos gran parte de nuestras vidas fuera de nuestra casa y deseosos de salir a hacer cosas en nuestro tiempo libre. Sin embargo, en este tiempo he tenido un lugar seguro para estar con mi familia. Ha sido una oportunidad para compartir con ellos a diario, darles el tiempo y las atenciones que muchas veces no les puedo dar. Perdóname cuando no lo he valorado, permitiendo que la distracción en otras cosas me haya hecho perder la irrepetible ocasión de estar junto con los míos, disfrutando lo que por gracia me has dado.
Valoramos y anhelamos nuestra iglesia y nuestros hermanos. El abrazo, la palabra de aliento, la oración en momento de necesidad o sencillamente compartir una alegría con un buen amigo y hermano de la iglesia. Ahora que no lo podemos hacer, perdónanos cuando nos hemos quejado por tener que cumplir algún compromiso en la iglesia. No percibimos que es una bendición tener un lugar donde adorarte con libertad y encontrarnos con hermanos que comparten nuestra fe. Allí, te alabamos en unidad y nos sentamos juntos a la mesa como tus hijos.
Perdónanos cuando hemos sido indiferentes a la necesidad del prójimo. Vemos las noticias y cómo esta crisis ha afectado a todos: pobres, ricos, blancos, negros, asiáticos, latinoamericanos y de todo el mundo. El sufrimiento de muchas personas en otros países que no tienen los recursos para atender esta crisis o al menos, que tienen menos que nosotros. No permitas que nos acostumbremos a ver el dolor y no sentirlo. Perdónanos cuando hemos sido indiferentes. Ayúdanos para que nuestro corazón sea sensible como el tuyo.
Perdónanos cuando hemos alterado el orden perfecto de tu naturaleza y la echamos a perder. A través del tiempo hemos sido negligentes e irresponsables con nuestra Tierra y hemos destruido mucho de lo grandioso que creaste. Durante este tiempo que hemos tenido que estar guardados en nuestras casas, el ambiente y el planeta perfecto que nos regalaste para nuestro disfrute reverdece y se purifica libre de contaminación de aguas y tierra, de deforestación y otros actos que hacemos sabiendo el daño que le causan. Perdona nuestra indiferencia cuando hemos dañado ese hermoso regalo y ayúdanos a ser conscientes de lo valioso de ese insustituible e irreemplazable regalo. Hoy vemos la naturaleza libre de contaminación; animales caminando libremente por lugares donde antes no podían pasar sin ser heridos o perseguidos por el ser humano. Disfrutan del ambiente que TÚ creaste para ellos. Ayúdanos a respetar el orden divino en el que TÚ fundaste las cosas con un fin y para que perduraran para nuestro disfrute. Enséñanos a través de esta experiencia a valorar más el hogar (planeta) tan maravilloso que estableciste para nosotros.
Sabemos Jesús que tu misericordia y tu gracia son para siempre. Aún en este tiempo, tu misericordia sigue vigente y aunque te fallamos, sigues dispuesto a ofrecernos tu perdón al momento. Señor, perdónanos de nuevo y crea en nosotros un corazón limpio.
Carmen Iris Ortiz Rodríguez
ICDC Metropolitana