No es saludable engañarnos que somos los reyes y dueños del espectáculo. Nuestra palabra no es la ley o mas bien, que determina los designios de nuestra vida. Nos corresponde fijar nuestra mirada y mente en la ley de Dios para todos. Por eso, el consejo a la nueva generación que entró a la tierra de la promesa era: “Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito” (Josué 1:7-8, NVI).
Conforme pero no conformista
Sin máscaras
En la unidad nos hacemos comunidad
Acepta el reto
Entre el horno y el león
Ocúpate
De la interpretación a la interpelación
“Como iglesia en un Puerto Rico que ha estado sumergido en controversias de interpretaciones, nos hace falta un evangelio que haga interpelaciones a favor de la justicia para que hayan caminos de paz. Seamos gestores de esos trayectos que en la interpelación del amor de Dios y justicia a los oprimidos”.
Saquemos el regalo de amor de la gaveta de la incomprensión
¿Alguna vez te han hecho un regalo? A mí sí. Creo que podemos coincidir en que a la mayoría de las personas les gusta recibir un obsequio en algún momento. Y en esto de recibir regalos se da de todo. Recibimos detalles que van de acuerdo a nuestros gustos o necesidades y otras veces no. Confesémonos: ¿alguna vez hemos ‘pasao’ ‘palante’ o guardado un regalo que nos han hecho porque no nos gusta? ¿No nos sirve? O, ¿no lo entendemos? Quiero pensar en esta última pregunta.
No sé si alguna vez te han regalado algo que no sabes cómo usarlo porque no lo entiendes. Quizás lo tengas guardado todavía. Personalmente, no soy ‘fan’ de las instrucciones que no están bien detalladas. Usualmente me rindo si no lo entiendo y engaveto el regalo. Que conste estos han sido los menos.
Por muchos años viví con el regalo del amor de Dios engavetado pues no podía comprenderlo. ¿Cómo entender que Dios me ama ilimitadamente? Que Dios me amó aun yo siendo un pecador? Que no puedo hacer nada bueno o nada malo para que Dios me ame más o menos. Que no hay nada que haga que pueda asombrar a Dios y moverlo a amarme más. Estas afirmaciones chocaban con lo que había escuchado y aprendido. Es una cultura que me había enseñado que para recibir algo necesitaba dar algo. Que para recibir amor tenía que probarme digno de ello. Donde se premian los logros y se penalizan los errores. Que si flaqueaba en mi fe se me removía este regalo. Viviendo siempre con el miedo de que me quitaran el regalo más preciado y a su vez sobre esforzándome para sentirme aprobado por Dios.
Estar en ese juego de que me entregaban el regalo si me porto bien y me lo quitan si me porto mal como si el amor de Dios fuera un refuerzo o castigo.
Llegar a la conclusión de que nada me puede separar del amor de Dios necesitó que leyera bien las instrucciones. Que pasara tiempo suficiente sobre cómo entender la naturaleza y esencia del corazón de Dios.
Pero era un regalo que no quería perder. Comprendí que la gracia de Dios es para todos. Y que como dice Romanos 5:38: “Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Dios nos amó sin merecer su amor.
Ahora tengo claro que no tengo que vivir haciendo cosas para recibir el amor de Dios. Sé que vivo sirviendo a Dios, buscando a Dios, estando con Dios, por su amor por mí. El pastor Kyle Idleman dice: -“El uso correcto de una preposición me permitió ser libre del miedo. Libre en el amor de Dios. Ahora vivo por el amor de Dios no para el amor de Dios”. Les invito a que saquemos el regalo del amor de Dios de la gaveta de la incomprensión.
Christopher Villafañe