“El evangelio nos recuerda que Dios nos tiene en su memoria. Nos ama y por eso responde con una oferta de salvación cuando el pecado nos desorienta”.
Mi palabra no es la ley
No es saludable engañarnos que somos los reyes y dueños del espectáculo. Nuestra palabra no es la ley o mas bien, que determina los designios de nuestra vida. Nos corresponde fijar nuestra mirada y mente en la ley de Dios para todos. Por eso, el consejo a la nueva generación que entró a la tierra de la promesa era: “Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito” (Josué 1:7-8, NVI).