La pregunta obligatoria sería: ¿Es la paz el resultado de la ausencia o mas bien de la presencia? Creo con todo convencimiento que la paz es mas bien el derivado de la presencia de aquello que nos hace sentir esperanzados, gozosos y amados. No puede haber paz cuando hay desesperanza, desconsuelo y odio en el corazón. En ese caso, la paz tiene que ver con lo que se hace palpable cuando pensamos que no hay posibilidades.
La actitud en la gratitud
En estos días nos sentamos a la mesa para “agradecer” con despliegues exorbitantes de comida y festejo. Otros, irán a madrugar a comercios que con precios rebajados por pescar el oportunismo de la mercancía de la posesión, echan a perder la esencia de lo que es la gratitud. Allí entre empujones, gritos, carreras y trucos de obtener, caemos en la falsa gratitud por ostentar. Olvidamos, que en la cena de Jesús, la gratitud al compartir el pan y la copa, era la oportunidad de un nuevo pacto. Es la convocatoria de perdonar, sanar y restaurar quienes nos pudieran traicionar.
¡Llegaremos!
Muchas de las cosas que queremos ver solo se ven cuando se llega a la cima de la montaña. Luego del esfuerzo y el cansancio. Luego del esmero y la perseverancia. Muchos creyentes están esperando ver al pie de la montaña lo que solo se ve desde la cima. Usualmente nos cansamos de nada más mirarla. Otros nos quitamos a mitad de camino porque el dolor es muy fuerte y no nos sentimos capaces. Otros logran ver lo que tanto le prometieron.
¿Qué hacemos con el RSVP?
Participar de la experiencia del culto y celebrar que somos notados por el amor de Dios a cada uno es hermoso y maravilloso. Su gracia nos alcanza por encima de todo. Pero, también requiere que respondamos a la invitación que Dios nos hace de servir. Negarnos a responder al amor de Dios y la convocatoria que nos hace de servir, de igual manera es rechazar la invitación.
El crescendo de la fe
Que se acabe el revolú
Dios en su actividad redentora, nos libera del pecado, pero de igual manera, nos presenta reglas que nos ayudan a preservar el orden que en medio de nuestro propio caos se apodera de nuestra vida. Sus reglas, mas que una condición de su amor a nosotros, es una confirmación de su trato con nosotros. Estamos llamados a creer y obedecerle. No hay por que vivir en revolú.
Ni perdona "sae" ni mala mía
Sabemos que Cristo vino para restaurar la relación con nosotros a pesar de nuestro pecado. Mientras el pecado trae como consecuencia, el evangelio es la buena noticia que hace que podamos ser restaurados. Su propuesta es transformar el fin de la condenación en uno de relación restaurada para la sanidad. Eso requiere madurez de nuestra parte y reconocer nuestro fallo. A fin de cuentas, quien reconoce su pecado, desarrolla humildad. Quien se hace humilde puede restaurar la relación. No reconocer nuestro pecado, es el camino del orgullo y nos lleva a una espiral perdida.
Recuperados para revitalizar
En la Metropolitana, como en todo Puerto Rico, nos encontramos en el proceso de recuperación y revitalización. Estamos repensando como hacer ministerios en los tiempos de retos que tenemos. No podemos depender de una fe cautiva de los servicios dominicales que no haga mella relevante en lo cotidiano. En ese sentido, seríamos un movimiento religioso que se reúne para eventos ceremoniales que luego de su culminación no dan techo, seguridad ni esperanza a los más necesitados.
A buscar refuerzos
En la iglesia, no jugamos en torneos pequeños. Pero nos movemos en escenarios donde está en juego el porvenir de las comunidades. El buscar el reino de Dios, nos invita a explorar, visitar y participar del proceso de intentar vencer los obstáculos que aquejan nuestra tierra. Esta semana nos reunimos para celebrar los 43 años de la iglesia Metropolitana. Ser iglesia requiere que hagamos ganar nuestra zona, que seamos vencedores en nuestra región y que en mejores términos, podamos impactar nuestra Isla.
De regreso a la realidad
La pregunta que nos debemos hacer es a qué llamamos realidad y a qué decimos falsedad. ¿Son las vacaciones momentos falsos? ¿Es la rutina verdadera o engañadora? ¿Qué encontramos en la costumbre que nos lleva a no querer practicarla y disfrutarla? ¿Dónde radica el sentimiento de estanque y frustración que podemos tener? Estas son las cosas más importantes que podemos reflexionar al meditar la manera en cómo visualizamos la vida. Pensar de esa manera, es considerar de manera escapista el tiempo de recreación sin contar que es parte del diseño de Dios el esparcirse y disfrutar de la creación. En otras palabras, reposar y celebrar es la realidad. El problema es cuando hemos tomado el trabajo como carga y lo tornamos en pesadez y obligación forzosa que no contribuye a nuestra realización.