La iglesia, de igual manera se encuentra en esa tensión de la realidad de comprender quién es y qué hacer en el ejercicio de la misión. En ocasiones miramos el domingo cómo aquello que determina nuestra misión, pero obviamos el momento de “sudar la camisa” para ser verdaderamente victoriosos.
En el prólogo del 2019
El llamado de hoy para un nuevo año es ser como los sabios de Oriente, que transitan los caminos de la vida con el fin de encontrarse con el Rey que ha nacido para ser distinto. El llamado no es a despreciar lo viejo. Es mas bien a arrancar las costumbres que envejecen la vida y buscar la ternura de dar como los niños que anuncian una vida nueva. Que este nuevo año podamos ser una iglesia abnegada que da sin mirar a quién. Solo así nuestro libro apuntará a la autoría de la vida en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Un año que viene y otro que se va
Si afirmamos que el evangelio es calidad de vida que se extiende hacia aquel que ha sido señalado como una no persona en relación a donde nació, cuanto tiene, que estudió, cuál es su vivienda, entre otras cosas; no podemos hacer de un nuevo año algo tan trivial como que apunte a resoluciones que meramente me beneficien y dejen a un lado a los demás. El evangelio nos obliga a mirar para el lado y ponernos a un lado para darle a los demás respeto y valor. Sólo en la medida que decidamos responder en lo que es ser iglesia nos llevará a una quehacer sintonizado con la agenda de Dios.
La presencia que supera la ausencia
La pregunta obligatoria sería: ¿Es la paz el resultado de la ausencia o mas bien de la presencia? Creo con todo convencimiento que la paz es mas bien el derivado de la presencia de aquello que nos hace sentir esperanzados, gozosos y amados. No puede haber paz cuando hay desesperanza, desconsuelo y odio en el corazón. En ese caso, la paz tiene que ver con lo que se hace palpable cuando pensamos que no hay posibilidades.
El regalo del recuerdo
La Navidad es la expresión de cómo Dios recuerda al ser humano y propone una nueva manera de ver la vida. Es la forma de poner de manifiesto que estamos en el recuerdo de Dios porque nos ama. En la Navidad hacemos memoria de las cosas que hemos pasado y de igual manera, debemos hacer memoria de lo que ocurrió en Belén. Allí, nació. Donde no pareciera que había lugar para una pareja de jóvenes que buscaba como lograr un mejor bienestar, ocurrió el milagro de la vida para todos.
Alégrate y gózate
La actitud en la gratitud
En estos días nos sentamos a la mesa para “agradecer” con despliegues exorbitantes de comida y festejo. Otros, irán a madrugar a comercios que con precios rebajados por pescar el oportunismo de la mercancía de la posesión, echan a perder la esencia de lo que es la gratitud. Allí entre empujones, gritos, carreras y trucos de obtener, caemos en la falsa gratitud por ostentar. Olvidamos, que en la cena de Jesús, la gratitud al compartir el pan y la copa, era la oportunidad de un nuevo pacto. Es la convocatoria de perdonar, sanar y restaurar quienes nos pudieran traicionar.
¿Qué hacemos con el RSVP?
Participar de la experiencia del culto y celebrar que somos notados por el amor de Dios a cada uno es hermoso y maravilloso. Su gracia nos alcanza por encima de todo. Pero, también requiere que respondamos a la invitación que Dios nos hace de servir. Negarnos a responder al amor de Dios y la convocatoria que nos hace de servir, de igual manera es rechazar la invitación.
El crescendo de la fe
Ni con maña, ni con fuerza
Es usual que algunos recurran a la resolución mediante la fuerza sin comprender los alcances que tienen estos actos en el otro y hasta en nosotros mismos. Pensamos que ser “fuertes” es lo importante para resolver. En otros, la idea se ubica en la “maña” que mas bien apunta a la astucia. Sabemos que ambas opciones, tienen sus valores pero al final, muchas veces su intención no es poner la atención en lo que se puede resolver, sino en quién resuelve y perdemos de perspectiva lo esencial.